viernes, 5 de junio de 2009

La Gran Mentira

Conocidos ahora los entresijos de lo que ocurre en el despacho del Magistrado Juez Lajusticia, viendo como Berlusconi niega lo evidente, o cómo ensalza Pajín la heroicidad coincidente de dos presidentes ante la actuación cívica de sus respectivos correligionarios, me asalta, como siempre, una duda metódica, cartesiana, compleja y a la vez de fácil y simple formulación.

El curso de los breves e intensos acontecimientos en la vida pública y económica del mundo, sí, de todo el mundo, el cómo se acota la crisis y quién ha tomado las riendas para acotarla, me acerca nuevamente a la misma duda metódica y cartesiana.

Viendo como se jalean unos brotes verdes, apreciados por los que gestionan la crisis, mancillados por los que no pueden siquiera imaginar gestionarla, y sobre todo acercarse a mirarla en su complaciente lado de las futuras ganancias; viendo cómo se detallan los espurios fines y orígenes de la tenencia del vil metal, y sobre todo viendo que los brotes verdes responden a la reedición de la misma situación que nos ha traído todo esto, me interno de lleno en la duda metódica y cartesiana que temo plantear.

Pero alguna vez habrá que decirlo y, porque no, denunciarlo:

¿De verdad lo que se hace por superar la crisis es señal de que se ha aprendido porqué la sufrimos?

La duda planteada así es simplemente holística, pero vista desde Keynes o desde Marx adquiere una compleja visión.

Da igual qué mentira se acerca a tus sentidos si ésta viene avalada por un poderoso mandatario. Será mentira siempre, y como tal, el tiempo la recolocará en su justo estado de razón.

Pero la verdadera razón de la mentira reside en el futuro, en ese tiempo en el que ha de tardar en recolocarse en su justa razón, tiempo que perdemos atendiendo a las razones estultas y bien adornadas de los mandatarios que obedecen a los criterios del capital.

Habiendo prostituido el lenguaje hasta la incomprensión, los economistas han creado un reino basado en la riqueza, en el metal y el papel hasta llegar al valor como estandarte de su profundo error.

Entre tanto la economía, la acción de supervivencia entre distintas gentes que acaparan la capacidad de intercambiar cosas entre ellos en un ámbito de cooperación, complementación y sostenibilidad ha desaparecido del discurso global.

Da miedo pensar que, incluso quienes se presentan como expertos analistas de la situación, hacen de su privilegiada posición un negocio basado en el tradicional corte de lo que denuncian, reeditando, como digo, el plazo de tiempo que precisa esta gran mentira para recolocarse en su justa razón.

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Abraham Abulafia fue un cabalista español, nacido en Zaragoza (1240-1291) que vivió en Tudela y viajó por Tierra Santa en 1260. Entre otras obras escribió un comentario a la Guía de perplejos de Maimónides.