viernes, 23 de julio de 2010

El futuro de la ciudades

Muchas voces están saliendo a manifestar que los Estados y Países están decayendo en favor de un futuro que se centra en las ciudades.

Debe ser un efecto de la globalización económica, un reflejo inverso de los estados económicos que afectan, a pequeña escala,a grupos de población unidos por la identidad local.

Personalmente me preocupa que las ciudades sean las que alberguen el futuro porque hacen descansar su éxito, historicamente, sobre las espaldas de medio rural. Por ello valga la siguiente reflexión para pedir a los mandatarios locales que espabilen de una vez y que destinen gran parte de su esfuerzo en convertir los pueblos en focos de atracción medida de economías nuevas y vivaces, alejadas de los vaivenes que están haciendo temblar el sistema que nos ha sustentado, sin éxito, en este mundo desarrollado hasta la fecha.

A lo largo de estos años he tenido la oportunidad de pasear por varias emblemáticas ciudades europeas: Londres, Berlin, Amsterdam, Barcelona y Madrid.

Todas ellas compiten en esencia por atraer la excelencia; por albergar en su fuero interno los mejores talentos, las infraestructuras más eficientes para su desarrollo, la actividad cultural más puntera y novedosa y la generación de economías basadas en la innovación, las Tecnologias de la Información y todo lo relacionado con los focos mediáticos de la grandes firmas financieras. Todas ellas han sabido crear una identidad propia, basada en lo que son y lo que ofrecen. Es la sociedad del Slogan.

Son esfuerzos, no obstante, por atraer nodos de actividad financiera, no nos equivoquemos. La lucha de esta ciudades me recuerda a la organziación politica medieval, e incluso la de la antigua Grecia clásica, donde el poder terreno se centraba en las llamadas ciudades estado, soberanas, autónomas, libres y a la vez esclavas de su propia ambición.

El esfuerzo del medio rural debe centrarse en reinventarse, en aprovechar la oportuidad que ofrece una situación de crisis para atraer valores en el campo social y económico que, sin intención de competir con los focos financieros de las ciudades, puedan generar economías con vocación de perdurabilidad y sosiego financiero.

Cecer, desarrollarse, sostener, son ya sinónimos peyorativos de lo que la sociedad de consumo ha conseguido destruir. Además ¿ porqué hay que desarrollarse? ¿A caso no es suficiente con discurrir( en el sentido acuñado por Heráclito) y mejorar nuestra calidad de vida?

Ahora más que nunca debemos propugnar el término vivacidad en los pueblos, en las comunidades rurales dónde los costos de implantación de sistemas para generar nuevas economías es menor y más ajustado al perfil poblacional al que debe ser dirigido.

La forma de reinventarse, es promover una visión identitaria : ¿Quiénes somos? ¿ Qué somos? en lugar de promover de forma cansina y estéril lo que nos ha dado la tradición para no poder hacer nada vivaz con ello.

No pretendo atacar la tradición. La esperanza del futuro siempre viene dada por lo que el pasado ha sido capaz de fijar por su reiteración. Pero ello nunca ha de significar que el futuro está en la tradición; ni que ésta deba impermeabilizar el discurrir. Fijar con exceso la costumbre, anula la identidad de las nuevas generaciones, deriva el ánimo de la población hacia la búsqueda de entronos sociales más permisivos y fomenta el sectarismo, provocando la huída social y económica.

Hay que afinar la mente para encontrar los elementos definidores del espacio rural, para que perdure como espacio de vida en un medio económico sin distancias y con un condicionante tecnológico brutal.

El análisis de todo lo que geografica, social y económicamente puede aportar un pueblo debe culminar con una identidad nueva que la haga vivaz y dinámica en lo social y en lo económico.

Tras la vision y la geografia viene la infraestructura, y con ella el discurrir y la mejora.
Luchar contra la despoblación, el estancamiento social o la económia dependiente de otras poblaciones requiere un esfuerzo identitario, que en la gran mayoria de los casos no tiene el anclaje que los tradicionalistas creen que hay. Sin denostar los sectores o clusters económicos que se pueden crear alrededor de lo que siempre ha existido en los pueblos, como signo de distinción de su economía.

Finalmente todo ello hay que conectarlo. Hay que integrar la acción local , el esfuerzo identitario al resto del mundo, del que dependemos para infundir la vivacidad como motor de este discurrir y para promover el sosiego economico y social y para romper la verticalización que impera en los pueblos anclados a su tradición.

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Abraham Abulafia fue un cabalista español, nacido en Zaragoza (1240-1291) que vivió en Tudela y viajó por Tierra Santa en 1260. Entre otras obras escribió un comentario a la Guía de perplejos de Maimónides.