Hace pocos años, meses mal contados, los hambrientos del cuerno de Áfirca eran tratados como Piratas por defender lo que los armadores occidentales consideraban suyo: los rentables caladeros de los mares orientales de África.
Esquilmaron la costa africana de Somalia aprovechando la inconsistencia del poder politico y económico del cuerno y detenían a jóvenes, adolescentes, desesperados que defendían las costas y sus recursos alimenticios para que pudieran servir al alivio de la hambruna que padecen.
No voy a entrar a discutir si es necesario o no distinguir entre los "delincuentes" que detuvo hábilmente la Chacón y los desesperados, porque es un debate tan estéril como las tierras de Somalia hoy.
Y tampoco voy a entrar a dirimir si el sufrimiento de los tripulantes del Alakrana en su secuestro es comparable a la miseria que ha estallado en el caladero que contribuyeron a esquilmar.
Vaya por delante que soy contario a todo tipo de sufrimiento, violencia o coacción humana. Pero puedo entender que el abuso de unos lleva siempre al exceso de los otros. Y esa contrariedad se convierte en una espiral sin fin dónde al final siempre sucumben los más débiles.
Esto supera por mucho esa contrariedad.
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